1 jul 2011

Capítulo 1.

1

Salgo de la ducha con la toalla alrededor de mi cuerpo, mi hermana sigue dando voces, ya lleva unos cinco minutos.
—¡Alex, quiero entrar al baño ya! ¡He quedado, no puedes pasarte ahí horas, venga!
Me escurro el pelo con parsimonia. Hoy no tengo ganas de complacer a nadie, y menos a la tonta de Vanesa, mi hermana. La tía tiene un año menos que yo y se pasa la vida en el baño, en la calle y con el teléfono. Realmente ella y yo somos muy diferentes.
—¡Alex! —vuelve a gritar Vanesa.
Joder, me está cansando. No sé porqué, pero siempre que estoy en casa me pongo de un humor de perros y me dan ganas de despotricar, algo muy inusual en mí. Odio las palabrotas.
 Al cabo de unos tres o cuatro minutos salgo del baño con el cepillo en la mano.
—¡Ya era hora! —dice Vanesa y se mete en el baño dando un portazo.
Ni siquiera me digno a mirarla. Me dispongo a ir a mi cuarto mientras una perversa idea pasa por mi mente. Sonrío al pensarlo.
Entro a mi cuarto y me fijo en las paredes rosas. Me acuerdo de la gente que dice que el rosa es un color de pijas, el rosa es mi color favorito y yo no soy pija. Yo soy yo. Mi toalla también es rosa. La tiro sobre la cama y cojo la ropa interior fijándome en la hora. Ya son las seis y media y es sábado. No he quedado con nadie, así que pienso en dos opciones. La primera es ponerme el pijama y quedarme en casa viendo la tele, meterme en Tuenti y comerme unas palomitas. Suena tentador. La segunda es vestirme y salir a dar una vuelta con los cascos y el iPod. Me decanto por la segunda mientras termino de abrocharme el sujetador. Abro el armario y saco mis All Star negras, mis vaqueros desgastados, una camiseta negra y mi sudadera roja a cuadros negros. Sí, con esto no tendré frío. Me pongo frente al espejo aún en ropa interior y comienzo a cepillarme el pelo mojado. Realmente me ha crecido mucho este último año, ya lo tengo por el pecho. Es castaño claro, aunque siempre me habría gustado tenerlo oscuro. Es extremadamente liso, nunca se me riza. Por eso me queda bien al llevarlo picado y despuntado. Termino de peinarme y me lo dejo mojado, no tengo ganas de secármelo, aunque haga frío.
Miro mi cuarto mientras me visto y las gotas del pelo me ruedan por la mejilla, por el cuello y por la frente. Está muy desordenado. Como no lo recoja mi madre no me dejará salir. Argh, ¿alguien entiende ahora por qué no me gusta estar en mi casa? Levanto la vista y les veo. Sí, les veo a ellos. Sonrío. Mire a dónde mire veo posters de músicos y artistas, americanos en su mayoría. Me encantan, realmente me encanta su música. Supongo que no hay muchas personas cercanas a mí a las que les guste Gerard y su música. Bah, ¿a mí que me importa?
Recojo el cuarto más bien mal y cuelgo la toalla detrás de la puerta, dejando el cepillo en mi alborotado escritorio. Una cosa más ocupando sitio en la mesa. Cojo el iPod y los cascos blancos que me regalaron las Navidades pasadas y salgo de mi cuarto, cerrando la puerta y pasando delante del baño. Sonrío al oír el agua de la ducha, me acuerdo de mi perversa idea. Bajo las escaleras con rapidez, con las manos en los bolsillos de la sudadera y paso por el salón para entrar en la cocina. Cómo no, allí está mi madre, preparando la cena o el almuerzo para mañana, no lo sé.
—Alexia… —dice cuando me ve— ¿Vas a salir ahora?
—Sí —digo simplemente y abro la nevera.
Odio ese tono que pone cuando no le gustan las cosas.  También odio cuando me llaman por mi nombre completo.
—Bueno, no vuelvas tarde… ¿Vas bien abrigada? Llévate un paraguas, está lloviznando.
—Está bien mamá… —cierro la nevera al ver que no hay nada interesante y abro la despensa para coger un bollo de esos que tienen chocolate por dentro y que me gustan tanto, no sé cómo se llaman, pero tampoco me importa demasiado.
—¿Adónde vas a ir?
Me acercó al fregadero y abro el agua a tope, sonriendo. Hago que me lavo las manos.
—No lo sé, mamá… Voy a dar una vuelta por aquí cerca.
—Está bien, pero ten cuidado…
Entonces se oye un grito que viene del piso de arriba.
— ¡Mamaaaá! ¡No hay agua caliente!
Me río sin poder evitarlo y cierro el grifo.
—No sabía que estaba en la ducha —sonrío con inocencia y voy hacia la puerta, besando a mi madre en la mejilla.
—No vengas tarde, ¿vale? —dice mi madre.
—Ya te he dicho que no… —digo y voy hasta el recibidor.
—Adiós —dice mi madre desde la cocina.
Cojo las llaves y el móvil y salgo cerrando la puerta sin responder.
Miro al cielo mientras me subo la cremallera de la sudadera. Está nublado y efectivamente está lloviznando como de costumbre por estas fechas. Estoy en Madrid en el mes de octubre, es normal. Me pongo la capucha y doy un paso. Mierda, se me ha olvidado coger el paraguas. Da igual, algo menos con lo que cargar. Me pongo los cascos debajo de la capucha y enciendo el iPod. Lo pongo en aleatorio. Me sale la canción de Sleep de My Chemical Romance. Sonrío. Me gusta esa canción. Comienzo a caminar por la calle, en la ropa se notan las pequeñas gotas de lluvia que caen. Acelero el paso, el metro no está muy lejos. Vaya, mi parte favorita de la canción.
 «And through it all…
How could you cry for me?
Cause I don't feel bad about it.
So shut your eyes,
Kiss me goodbye.
And sleep.
Just sleep.
The hardest part is letting go of your dreams…» 1




1 [N. de la T.] «Y después de todo… / ¿Cómo podrías llorar tú por mí? / Porque no me siento mal al respecto. / Así que cierra tus ojos, / bésame de despedida. / Y duerme. / Solo duerme. / La parte más difícil es soltarme de tus sueños...»

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